Quisiera haber hecho míos los versos de Miguel Hernández,aquellas palabras que plasmaron con tanta exactitud el inmenso sentimiento de dolor que le embargaba por la muerte de su amigo en "Elegía a Ramón Sijé".
Esta poesía que os ofrezco a continuación pretende ser un pequeño homenaje a mi hermano Vicente, quien nos ha dejado a los 37 años víctima de una terrible enfermedad dejando un vacío irreparable en nuestros corazones.
Si te hablara de dolor
te aburriría.
Dolor es lo que abunda
y lo que sobra.
De lo que llaman “esperanza”
quiero hablarte,
hermano mío, cada día,
a cada hora.
Esperanza de un reencuentro
emocionante,
de un abrazo, un simple beso,
cualquier cosa;
ver tu rostro de luz deslumbrante
Dios me permita, último instante,
llegado el día de mi hora.
Te hablaría de emociones
contenidas,
o de mil cosas que no
hice contigo,
y que hoy me queman, hermano,
como azogue,
abrasando mi interior
y mis sentidos.
Nos has dado la lección
de nuestra vida,
con tu entereza, discreción
y raciocinio.
Sé que no perdiste
la partida,
pues has entrado con valor
en la otra vida
sin soltar lágrima alguna
ni un gemido.
Sólo hablar de la grandeza
de tu alma,
de aquello que no olvidó
ni un solo amigo,
de tu valiente posición
ante la vida
ante la cruda fatalidad
de tu destino.
Manda luz a los seres
que te adoran,
transmite parte de tu fortaleza,
reconforta con tu luz
y tu presencia,
y con la caricia del recuerdo
que enamora.
Vicente, quien bien te conoció
reconoce que sobran
las palabras…
Aprender quiero de tu bondad
y del sacro silencio y claridad
que a todo momento irradiabas.
No digo "adiós", quizás
un "hasta luego",
pues me aferro con la vida
a la esperanza,
que de tu mano, hermano,
de tu mano,
me conduzcas con amor,
tarde o temprano,
de nuevo al hogar…
de vuelta a Casa.
te aburriría.
Dolor es lo que abunda
y lo que sobra.
De lo que llaman “esperanza”
quiero hablarte,
hermano mío, cada día,
a cada hora.
Esperanza de un reencuentro
emocionante,
de un abrazo, un simple beso,
cualquier cosa;
ver tu rostro de luz deslumbrante
Dios me permita, último instante,
llegado el día de mi hora.
Te hablaría de emociones
contenidas,
o de mil cosas que no
hice contigo,
y que hoy me queman, hermano,
como azogue,
abrasando mi interior
y mis sentidos.
Nos has dado la lección
de nuestra vida,
con tu entereza, discreción
y raciocinio.
Sé que no perdiste
la partida,
pues has entrado con valor
en la otra vida
sin soltar lágrima alguna
ni un gemido.
Sólo hablar de la grandeza
de tu alma,
de aquello que no olvidó
ni un solo amigo,
de tu valiente posición
ante la vida
ante la cruda fatalidad
de tu destino.
Manda luz a los seres
que te adoran,
transmite parte de tu fortaleza,
reconforta con tu luz
y tu presencia,
y con la caricia del recuerdo
que enamora.
Vicente, quien bien te conoció
reconoce que sobran
las palabras…
Aprender quiero de tu bondad
y del sacro silencio y claridad
que a todo momento irradiabas.
No digo "adiós", quizás
un "hasta luego",
pues me aferro con la vida
a la esperanza,
que de tu mano, hermano,
de tu mano,
me conduzcas con amor,
tarde o temprano,
de nuevo al hogar…
de vuelta a Casa.
Tu hermana Rosa